¿Qué puede tener en común un bullicioso zoco, un palacio histórico en restauración, un hammam marroquí y una cena con música latina?
Mi último día en Marrakech fue un recorrido por experiencias únicas que despertaron todos mis sentidos. Entre aromas intensos, compras artesanales, momentos de relax y reflexiones profundas, cerré mi viaje con un broche de oro que me dejó con ganas de más.
Explorando el mercado más auténtico de Marrakech
Mi tercer y último día fue una mezcla perfecta de energía y calma. Soy de esas viajeras que prefieren recorrer primero, comparar y observar antes de comprar… y el zoco de Marrakech es el escenario perfecto para ello.
Esta vez me adentré en los mercados locales donde compra la gente de Marrakech. La experiencia fue intensa: calor, bullicio y un ritmo de trabajo imparable. Vi cómo preparaban pan típico en plena calle, y las carnicerías, con la carne expuesta y el olor a sangre en el aire, me impactaron profundamente. Los pollos vivos, esperando ser sacrificados, fueron una imagen difícil de olvidar.

Una reflexión necesaria
No todo en los viajes son experiencias bonitas. Esta, por ejemplo, me hizo reflexionar. Me sentí afortunada por vivir en un lugar donde ir al supermercado es una experiencia limpia, ordenada y segura. A veces damos por sentado cosas básicas como la manipulación adecuada de los alimentos o condiciones de trabajo más humanas. Imaginar lo que debe ser pasar todo el día trabajando en ese ambiente, bajo el sol abrasador, me hizo valorar aún más lo cotidiano.
Regateo, té y conversación: el corazón del zoco
Después de esa experiencia intensa, volví al zoco con una energía diferente, y esta vez sí lo disfruté a fondo. Compré todo lo que tenía en mente: té, especias, artesanías… y practiqué mi habilidad para negociar, algo casi obligatorio en Marrakech.
Uno de los vendedores, amable y conversador, se sentó conmigo a compartir un té mientras charlábamos sobre la vida. Otro me guió por los intrincados caminos del zoco, y me dijo algo que me marcó: que muchas personas tienen una imagen equivocada de la gente de Marrakech, especialmente en Europa. Pero que, como en todas partes, hay más buenos que malos. Y la verdad es que yo también lo creo.
Palacios en restauración y expectativas que no se cumplen
Después de las compras, me fui a una terraza de la plaza Jemaa el-Fna, donde disfruté de un café delicioso y un trozo de baklava, un dulce marroquí exquisito. Luego visité el Palacio de la Bahía, una construcción de estilo árabe preciosa… pero, para ser sincera, no fue de mis sitios favoritos.
Quizá tenía demasiadas expectativas. Los jardines no eran tan imponentes como imaginaba, y el palacio estaba en obras, lo que opacaba bastante su belleza. Entiendo que las restauraciones son necesarias, pero me hubiese gustado que lo avisaran al momento de comprar la entrada. Tal vez habría elegido visitar otro monumento en su lugar.
Un ritual de cuidado en el hammam marroquí
Después del paseo turístico, llegó uno de los momentos más esperados del viaje: el spa. Reservé con antelación (¡muy recomendable, ya que se llenan rápido!) y me preparé para vivir una experiencia completamente nueva: el hammam marroquí.
Y fue… maravilloso. Creo que fue la primera vez en mi vida adulta que alguien me dio un baño. Me trataron con mucha delicadeza: lavaron mi piel, exfoliaron cada rincón con técnicas tradicionales, y también me lavaron el cabello con mimo. Todo fue delicioso, relajante, casi ceremonial.
Después recibí un masaje que me dejó como nueva. Para cerrar la experiencia, me ofrecieron té con galletas mientras descansaba. Me sentí cuidada, mimada, en paz. Sin duda, un ritual que recomiendo vivir.
Cena, música latina y la despedida perfecta
Esa noche la terminé en un restaurante precioso en la medina. Había música en vivo… ¡y para mi sorpresa, era música latina! Nunca imaginé que terminaría mi viaje en Marruecos bailando salsa bajo las luces tenues de la medina.
Tomé fotos, grabé algunos videos, y después de cenar, no pude evitar volver una última vez a la plaza Jemaa el-Fna. El ambiente nocturno era único: los aromas a barbacoa, el bullicio de la gente, los puestos iluminados, y mi helado en la mano. Fue un broche de oro.
Marrakech: un destino que pide volver
Al día siguiente, me dirigí al aeropuerto para tomar mi vuelo de regreso. Así terminó mi corta pero emocionante aventura en esta ciudad llena de contrastes, arte y colores.
¿La recomiendo? ¡Por supuesto! Marrakech es una ciudad que te enfrenta, te deslumbra, te reta y te abraza.
Me quedan lugares por ver, sabores por probar y rincones por explorar… así que sí, volveré. Porque hay destinos que no se terminan en un solo viaje, y Marrakech, definitivamente, es uno de ellos.
🌙✨ ¿Te animarías tú a perderte en sus zocos, relajarte en un hammam y ver cómo la ciudad se transforma al caer la noche?
🧳 ¿Y tú, te animarías a vivir un día así en Marrakech?
¿Qué parte de esta aventura te sorprendió más: el zoco, el hammam o la cena con música latina?
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